Una obra de arte tiene que emanar de la riqueza de tu mundo interior y ser canalizada con quietud y sensibilidad. Hay que estar lejos del murmullo humano,sólo acompañado del silencio y de los trazos que vas dejando en el lienzo. Como el navegante solitario que solo habla con las estrellas y los delfines y ve llegar la noche como si fuera el fin del mundo.
La soledad agita y remueve tu subconsciente y refuerza la ansiedad por lo desconocido y por conectar con otras sensibilidades. Desplegando la imaginación en la soledad del estudio, vives la creación artística contradiciendo a tus sentidos externos, con un rumbo misterioso al que te conducen las emociones, que se suceden como una melodía de creación que nunca se repite.