La pintura sensible conecta con los sentidos pero también con el sentimiento. Parece obvio que una obra de arte tiene que gustar en primer lugar a su creador para que quepa esperar que sea apreciada por otras personas. Lo que el artista siente acerca de su propio arte esta de alguna forma reflejado en la obra y se transmite subliminalmente a espectadores que la contemplan y tengan sensibilidad.
Esta conexión es importante tanto para quienes compran obras de arte porque están en el circuito «profesional» de comprar, coleccionar y vender arte, como para quienes van a tener la obra en su casa o en su oficina y van a convivir con ella a diario. Para los profesionales del comercio del arte y para los coleccionistas, es importante que la obra incorpore señas de la personalidad y el sentimiento del artista porque son indicios de la proyección futura que pueda tener.
Para el espectador que «conecta» con la obra y se plantea adquirirla, es un argumento contundente la realidad de que va a estar conviviendo con ella continuamente y no puede cansarse de verla, para lo que tiene que emanar de ella una especie de sentimiento que no aflora si no tiene como referencia la propia sensibilidad del artista.